viernes, 30 de octubre de 2009

Al fin en Nebraska

Después de más de dos meses de ausencia, ¡por fin una nueva entrada!

El enorme retraso desde la última entrada se debe a los últimos días de trabajo, a unas pequeñas vacaciones y a que desde que llegué a Estados Unidos no he tenido mucho tiempo libre, puesto que todo han sido papeleos y quebraderos de cabeza para lograr establecerme. La burocracia en este país es algo insufrible. Como todas las burocracias en realidad.

Aquí va un breve resumen:

- Llegué a Chicago el día 29 de septiembre. Pasé allí una semana y la ciudad me sorprendió: es bastante agradable para ser una gran ciudad -siempre que haga buen tiempo, claro, porque si no es un infierno urbano-; el trasporte público funciona con relativa eficacia aunque se puede ir andando a la mayoría de los sitios turísticos; me sorprendieron mucho los rascacielos, lo cierto es que nunca había visto unos tan grandes; el Art Institute of Chicago y el Millenium Park son paradas obligatorias. Volveré en otras entradas con la ciudad de Chicago.

- Cogí un autobús de la mítica Greyhound hasta Omaha: diez horas de viaje, la mayor parte de noche. La organización es desastrosa pero en la estación pude contemplar un paisaje humano tan variado como espectacular. Siempre me han gustado las estaciones de autobús, tren y aeropuertos porque son excelentes lugares para sentarse en un banco y ver la especie humana en toda su diversidad desfilando gratuitamente ante tus ojos: negros, blancos, hispanos, amish, judíos, niños asilvestrados, ancianos, ¡de todo!

- Llegué por fin a Omaha el 6 de octubre a las 10 de la mañana con casi dos horas de retraso y unas cinco paradas más de las planificadas.

- Desde entonces hasta hoy: buscar y alquilar una casa, comprar un coche, comprar muebles, sacarme el carnet de conducir del estado y mil cosas más que me han tenido muy ocupado física y mentalmente hasta este momento.

Pero de ahora en adelante iré contando con mayor regularidad cosas de esta ciudad, de este estado y de este país.