viernes, 4 de diciembre de 2009

Las Montañas Rocosas


Tras el tiempo que llevo en este país he llegado a una conclusión: lo que han construido aquí los hombres es, salvo excepciones, feo y desagradable pero lo que ha construido la naturaleza es maravilloso. Aprovechando el puente de Acción de Gracias visité el Parque Nacional de las Montañas Rocosas, en el estado de Colorado. Desde Omaha son 575 millas sólo ida (unos 925 kilómetros) en coche pero es un viaje que merecería la pena aunque la distancia fuera el doble o el triple. El tiempo acompañó, como se puede ver en la imagen (gracias por la foto, M.) y contribuyó a que la experiencia fuera aún más impresionante.

Las Montañas Rocosas son un parque nacional que cubre una superficie de más de mil kilómetros cuadrados plagados de lagos, alces, rutas de senderismo, bosques, lobos, renos, zonas de acampada..., un auténtico paraíso. El parque cuenta con varias carreteras por las que se puede circular en coche sin molestar a la fauna, ya acostumbrada a la presencia de los humanos en su entorno. Los visitantes son muy respetuosos y todos circulan despacio para prevenir accidentes.

Para entrar es necesario pagar 20 dólares por coche y 10 por persona. No es nada caro teniendo en cuenta el espectáculo ofrecido pero aún así es muy recomendable adquirir un abono anual, válido para todos los parques estatales. Con un par de visitas se amortiza.

La PBS (la TVE estadounidense) ha producido una serie de documentales titulada "The National Parks. America´s best idea" (Los parques nacionales. La mejor idea de América) y, por lo que he visto hasta ahora, todos los capítulos son espectaculares. Trataré de visitar todos los parques nacionales que el tiempo y el dinero me permitan. No cabe duda de que la conservación de estas zonas naturales frente a la locura urbana ha sido la mejor idea que ha tenido este país. Por una vez puedo decir sin ironía: ¡Enhorabuena, Estados Unidos!

jueves, 3 de diciembre de 2009

El valor del dinero

En el país donde el dinero es dios y los centros comerciales sus templos, es curioso darse cuenta del absurdo que supone el dinero. Su valor se basa en una convención establecida tácitamente por todos. Según la RAE, tácito es aquello "que no se entiende, percibe o dice formalmente, sino que se supone e infiere".

Para darse cuenta de la trampa que encierra el dinero sólo hay que hacer un pequeño experimento: coge un billete de 5 dólares (o euros, libras, lo que sea) y pon a su lado un alimento que cueste esos cinco dólares. Así, sobre la mesa tendremos a un lado un trozo de papel y al otro unos siete kilos de patatas, o unos cinco de garbanzos, o cualquier servicio o producto que ese billete pueda comprar. Pero, desprovisto el dinero de su valor tácito, ¿qué es? Nada. Un trozo de papel.

Como dice un proverbio de los indios cree de manera tan hermosa como cierta:

"Sólo después de que el último árbol haya sido talado,
sólo después de que el último río haya sido contaminado,
sólo después de que el último pez haya sido pescado,
sólo entonces te darás cuenta de que el dinero no se puede comer".

Este diminuto satori me vino cuando, recién llegado al país y aún sin tiempo para acostumbrarme a los billetes y monedas de EEUU, fui a pagar una pequeña compra. Vacié todas las monedas de mi cartera sobre la palma de mi mano y como no sabía el valor exacto de cada una, las cogía y las leía, buscando su precio, su valor, tal y como hacen nuestros abuelos cuando su vista se vuelve débil y su cerebro tranquilo. La cajera se cansó de esperar y, como tantas veces les he visto hacer con gente mayor, cogió de mi mano las monedas que le hacían falta. Ella conocía el valor de cada moneda, yo no. El pacto tácito estaba roto y el dinero ya no tenía para mí valor alguno.

El día en que todos nos demos cuenta de que el dinero no vale nada, habremos dado el primer paso para empezar a crear una sociedad nueva y un mundo más justo en el que el dinero sólo estará en los museos etnográficos.